Una vez empiezo el recorrido por Memorias y caminos, me sorprendo al encontrar fragmentos autiobiográficos. “El cura que quise ser” es uno de ellos, me hace reflexionar cómo en la infancia la familia nos traza un camino, o por lo menos, intentan trazarlo, pero al fin y al cabo es uno mismo bajo una confabulación del destino, quien encuentra caminos nuevos que jamás había imaginado.
De algún modo, para la familia del autor fue una catástrofe que no lo hubiesen recibido para encaminarse como cura, sin embargo, fue un real golpe de suerte que le permitiría al chico encontrarse más adelante con el ingeniero que dejó de ser y el literato que siempre ha sido.Definitivamente, hay caminos que inician con catástrofes.
«Catástrofes» Mi madre nace en el año 1948, cuando ha iniciado esta guerra que lleva mas de 7 decadas, en el 51 muere mi Abuelo, acribillado por la «Chusma» en frente de mi Abuela,de mis tíos y mí Madre, imagen que ella siempre recuerda que aunque era muy pequeña, dice que nunca la olvidará porque desde este momento su vida fue una catastrofe hasta que sale de allí, de estas tierras que le arrebataron un padre, para ser desterradas por la violencia; hasta que encuentra a mi padre Ignacio, quien este año por esta guerra… «guerra biológica» como el llamo todo este tiempo, pierde su vida por este virus, siendo esta la segunda mayor catastrofe en la vida de mi madre, y la primera para Mí.
Tímidamente me arriesgué a adentrarme en el laberintico mundo de Memorias y Caminos, mientras exploraba cada vez más su particular iconografía, sentí como si observara detalles de mi vida a través de un espejismo, ese prisma con figuras a blanco y negro me condujo por callejones sin salida donde oía carcajadas infantiles síntoma de inocente libertad, al correr por estos pasadizos el viento silbaba sutilmente en mis oídos, un aroma a pan recién salido del horno con una taza de mazamorra dulce con queso me dio tranquilidad, eso solo significaba que estaba en casa, la misma casa iluminada por la amarilla mañana, la misma casa donde la noche salpicada de estrellas parecía inalcanzable franqueada por paredes de adobe, que al contacto con el agua lluvia lloraban lágrimas color chocolate, la misma casa donde aquel monstruo embriagado de poder con su desdén eclipsaba los rayos cálidos de la luz divina. Catástrofe…suceso desdichado que destruye alterando el normal transcurrir de las cosas, la catástrofe de mi niñez vista en el reflejo caleidoscópico de este ejercicio exploratorio.
Cada vez que escucho esta palabra, revive en mi el temor de que algo malo pase. El miedo a los sonidos fuertes, a ver noticias, al paso de los aviones sobre mi casa, al sonido del repicar del teléfono cuando llamaban a casa y peor, el contestar y que nos informaran una mala noticia. El miedo a llegar a casa y encontrar que una desgracia haya sucedido, revive el miedo a los sueños, porque aunque suene inverosímil, los malos se han vuelto realidad. Son temores de la infancia, algunos no se han ido, y eso, es una verdadera catástrofe.
Bueno en realidad la palabra «catástrofe» para mí evoca los recuerdos más duros de mi vida, porque ellos han marcado un nuevo inicio como el ave fénix. La muerte de tres seres queridos, mi abuela quien fue la que me crío y daba la vida por mí cuando sólo tenía 14 años, mi madre con la que no me la llevaba muy bien a los 26 años y quizás si hubiéramos tenido más tiempo las cosas podrían haber cambiado y mi esposo mi único amor desde los 13 años con quien pasé 15 años de mi vida y tuve 3 hermosos hijos que desde ese día se convirtieron además de ser regalos de Dios y su bendición a mi hogar, en la razón más poderosa para salir adelante, superarme y no dejarme vencer por los obstáculos que se presenten en el camino, ha sido duro superar esta «catástrofe» en mi vida sobre todo por criar a mis hijos sola sin el apoyo de una familia ni de un padre a quien contarle lo que pasa para tomar decisiones, todo recae sobre mí y así será hasta que ellos crezcan, solo le pido a Dios que me permita acompañarlos hasta que se puedan valer por si mismos, mi mayor temor es dejarlos solos desamparados.
Una vez empiezo el recorrido por Memorias y caminos, me sorprendo al encontrar fragmentos autiobiográficos. “El cura que quise ser” es uno de ellos, me hace reflexionar cómo en la infancia la familia nos traza un camino, o por lo menos, intentan trazarlo, pero al fin y al cabo es uno mismo bajo una confabulación del destino, quien encuentra caminos nuevos que jamás había imaginado.
De algún modo, para la familia del autor fue una catástrofe que no lo hubiesen recibido para encaminarse como cura, sin embargo, fue un real golpe de suerte que le permitiría al chico encontrarse más adelante con el ingeniero que dejó de ser y el literato que siempre ha sido.Definitivamente, hay caminos que inician con catástrofes.
Me gustaMe gusta
«Catástrofes» Mi madre nace en el año 1948, cuando ha iniciado esta guerra que lleva mas de 7 decadas, en el 51 muere mi Abuelo, acribillado por la «Chusma» en frente de mi Abuela,de mis tíos y mí Madre, imagen que ella siempre recuerda que aunque era muy pequeña, dice que nunca la olvidará porque desde este momento su vida fue una catastrofe hasta que sale de allí, de estas tierras que le arrebataron un padre, para ser desterradas por la violencia; hasta que encuentra a mi padre Ignacio, quien este año por esta guerra… «guerra biológica» como el llamo todo este tiempo, pierde su vida por este virus, siendo esta la segunda mayor catastrofe en la vida de mi madre, y la primera para Mí.
Me gustaMe gusta
Tímidamente me arriesgué a adentrarme en el laberintico mundo de Memorias y Caminos, mientras exploraba cada vez más su particular iconografía, sentí como si observara detalles de mi vida a través de un espejismo, ese prisma con figuras a blanco y negro me condujo por callejones sin salida donde oía carcajadas infantiles síntoma de inocente libertad, al correr por estos pasadizos el viento silbaba sutilmente en mis oídos, un aroma a pan recién salido del horno con una taza de mazamorra dulce con queso me dio tranquilidad, eso solo significaba que estaba en casa, la misma casa iluminada por la amarilla mañana, la misma casa donde la noche salpicada de estrellas parecía inalcanzable franqueada por paredes de adobe, que al contacto con el agua lluvia lloraban lágrimas color chocolate, la misma casa donde aquel monstruo embriagado de poder con su desdén eclipsaba los rayos cálidos de la luz divina. Catástrofe…suceso desdichado que destruye alterando el normal transcurrir de las cosas, la catástrofe de mi niñez vista en el reflejo caleidoscópico de este ejercicio exploratorio.
Me gustaMe gusta
Cada vez que escucho esta palabra, revive en mi el temor de que algo malo pase. El miedo a los sonidos fuertes, a ver noticias, al paso de los aviones sobre mi casa, al sonido del repicar del teléfono cuando llamaban a casa y peor, el contestar y que nos informaran una mala noticia. El miedo a llegar a casa y encontrar que una desgracia haya sucedido, revive el miedo a los sueños, porque aunque suene inverosímil, los malos se han vuelto realidad. Son temores de la infancia, algunos no se han ido, y eso, es una verdadera catástrofe.
Me gustaMe gusta
Bueno en realidad la palabra «catástrofe» para mí evoca los recuerdos más duros de mi vida, porque ellos han marcado un nuevo inicio como el ave fénix. La muerte de tres seres queridos, mi abuela quien fue la que me crío y daba la vida por mí cuando sólo tenía 14 años, mi madre con la que no me la llevaba muy bien a los 26 años y quizás si hubiéramos tenido más tiempo las cosas podrían haber cambiado y mi esposo mi único amor desde los 13 años con quien pasé 15 años de mi vida y tuve 3 hermosos hijos que desde ese día se convirtieron además de ser regalos de Dios y su bendición a mi hogar, en la razón más poderosa para salir adelante, superarme y no dejarme vencer por los obstáculos que se presenten en el camino, ha sido duro superar esta «catástrofe» en mi vida sobre todo por criar a mis hijos sola sin el apoyo de una familia ni de un padre a quien contarle lo que pasa para tomar decisiones, todo recae sobre mí y así será hasta que ellos crezcan, solo le pido a Dios que me permita acompañarlos hasta que se puedan valer por si mismos, mi mayor temor es dejarlos solos desamparados.
Me gustaMe gusta