Beberly Hills 90210
Todavía tengo la costumbre, cuando me interesa alguna serie televisiva, de esperar semana a semana, a la emisión de un nuevo capítulo, esperando que mi memoria a mediano plazo retome el hilo de la serie y admirar u odiar algunas de las situaciones que se plantean en estas tramas. Aún hoy, en medio de las opciones que brinda, por ejemplo, Netflix (paraíso del placer televisivo inmediato), prefiero esperar semana a semana, incluso si a veces me pierdo de alguna situación de los personajes o de alguna breve omisión de mi atención. El último ejemplo de esta rutina ha sido True Detective, segunda temporada. Recién la semana pasada vi de nuevo el último capítulo y recordé esa triste trama en la que sobreviven Bezzerides y la novia de Frank Semyon, luego de haber perdido a sus compañeros de trabajo, amantes, trabajo y vida. Tengo aún la costumbre de esperar a que Maxprime me brinde una dosis semanal de pesimismo, tramas detectivescas, emociones cruzadas y otro tipo de experiencias. ¿Por qué evitarme ese tiempo de espera, si tengo cuenta de Netflix? La razón: Beberly Hills 90210. Corría el año 1993 o 1994. Esperaba a que fuera sábado, a las 2:00 para que el canal A mostrara las historias de la hermosa Brenda Walsh, interpretada por mi amor platónico de ese entonces, Shannen Doherty; las excentricidades de Donna Martin, que interpretaba la actriz Tori Spelling o las rebeldes experiencias de Dylan McKay, una suerte de James Dean de la década de los noventa e interpretado por Luke Perry. Todos esos jóvenes, luchando contra el mundo adulto, me llenaron de sus hábitos y formas de vestir. Recuerdo que me copiaba inútilmente de sus camisas, sus jeans e incluso sus cortes de cabello. Y las conversaciones en medio de la semana sobre la trama, alcanzaba discusiones complejas, con puntos de vista a favor y en contra de un personaje u otro. Creo que ese sentido de la espera, como un ritual para estar frente al TV cada semana, hacía que la emoción de ver cada capítulo era un logro en sí mismo. Creo que esa sensación del rito de ver TV todavía tiene consecuencias hoy en día y me queda algo de nostalgia. Pienso que la TV me llama y yo asisto a su encuentro como a una cita que he esperado con ansias. El encuentro que provoca ansiedad, que me hace pensar como un amante dependiente de la pantalla que me muestra su dosis de entretenimiento y historias contadas. TV que me engancha con sus caprichos, como una amante celosa, consciente de su poder de seducción y atracción.
La palabra televisión me trae recuerdos de los artefactos que tuvimos en casa y los programas que compartíamos con mi padre, pues él era dado a ver dibujos animados con mi hermano y yo, uno de ellos era Popeye el marino. Este programa lo vimos en televisor a blanco y negro pero también a color, artefacto que en nuestra casa estuvo empeñado en varias ocasiones, pero nuestros padres siempre lograron recuperarlos y acompañarnos en los programas de TV que eran de nuestro gusto, como también lo fue los dumis, en este también teníamos la compañía de nuestro padre, quien por su trabajo no siempre podía estar con nosotros, pero en su descanso correspondía con enseñanza y compañía.
como esas series hacían reír a mis padres, es un recuerdo que atesoro en mi memoria también como la tv se convirtió en un punto de tiempo y espacio para reunir a las familias y compartir risas
Al inicio no me encontraba con los títulos de los programas que describía, hasta cuando llegó a las series animadas infantiles como Dick Tracy, El Pato Donald, Tom y Jerry o Mickey Mouse, me encantó la crítica de la “manipulación” que hoy sigue siendo el foco de la comunicación mediática para encontrarnos en este trastorno de izquierda y derecha sin un sentido social, de comunidad, de justicia, de mínimos, de pobreza, de necesidad de emancipación.
La televisión para muchos no sólo fue la caja mágica para acceder a la fantasía, la realidad maquillada, la información fragmentada o la herramienta de occidentalización por excelencia, también sirvió como herramienta de acondicionamiento de conciencia grupal. En sus inicios, cuando era un referente novedoso adquirió rápidamente esa facultad de sabio o de oráculo que agrupaba la verdad, se volvió un referente cultural de generaciones el pensar que todo lo que salía de allí estaba validado por la verdad y la lógica; hasta la misma fantasía dejó de cuestionarse como absurda o ridícula porque venía de esa «fuente de sabiduría. En contraposición y agradablemente también sirvió como instrumento de réplica de la cultura y la educación básica. Recuerdo bien en mis primeros años de infancia, aquellos días en que por alguna razón no asistía al colegio: me dejaban prender la televisión a eso de las diez de la mañana, y me divertía viendo programas educativos. Recuerdo a mi nana haciendo una pausa en su jornada de trabajo, después del trajín del almuerzo, para sintonizar los programas educativos por televisión. Cómo se sentaba con el cuaderno y el lápiz a aprender y a repasar matemáticas y lenguaje, y cuando yo le preguntaba a mi mamá que era lo que Maruja hacía en las tardes, me contestaba con un término que me tardé unos años en entender, «se está alfabetizando» decía.
Otro recuerdo importante de mi vida con la televisión era el particular fin de semana, cuando se convirtió en un ritual desayunar viendo muñequitos, recrear con mi papá, haciendo de caballo, las cabalgatas de Bonanza, criticar junto a mi mamá al chavo con sus personajes abusivos y ordinarios y su exaltación de la estupidez; y descubrir mi gusto y habilidad por el baile con Oro Sólido y Baila de Rumba.
Definida como caja mágica, aquella que a finales de los 80 era un lujo tener en casa, nos mostró una realidad violenta del país y las grandes problemáticas que nos rodeaban (la desigualdad, la falta de una buena administración y sentido común). Pero no todo fue malo, en ella pudimos admirar grandes deportistas, aprender y disfrutar de nuestro país sin necesidad de viajar. Sin embargo, actualmente esta caja mágica es mal utilizada por el periodismo, pues lamentablemente no son neutrales ni asertivos al difundir la información.
La televisión ha sido una herramienta muy valiosa desde su origen, muy pocas familias tenían la fortuna de contar con ella fuera de la ciudad, así que al crecer un poco lejos de esta realidad, poder ir a ver televisión a donde un vecino se convertía en el premio más esperado un fin de semana después de cumplir con los deberes. Es una herramienta altamente susceptible a ser manipulada por el tipo de información y comunicación que genera, sin embargo también ha permitido una evolución en cuanto a sus gustos y contenidos por parte de los tele videntes. Estoy de acuerdo con Angela en el comentario anterior, ya que a través de ella podemos apoyar a nuestros deportistas y representantes de diferentes disciplinas a nivel internacional, ´permitiendo hacernos sentir un poco más cerca de ellos. disfrutar sus triunfos y sufrir sus derrotas
Aunque para algunos la televisión es un elemento de adoctrinamiento y segregación, (que innegablemente son) para mi y mis hermanos también fue un refugio y compañía, mientras mis padres por su trabajo estaban fuera de casa, gracias a varios programas de televisión hacia que las 12 horas que estábamos solos pasaran mas rápido, hacia que olvidáramos que éramos 3 niños solos en una casa, recuerdo en mi infancia una serie animada que presentaban en la parabólica, se llamaba candy candy, esta serie hizo parte de los inicios del anime, era una serie para niños que parecía novela, con mi hermana mayor esperábamos con ansias que fueran las 6 de la tarde para verla.
Coincido, con que la formación emocional estuvo orientada por la televisión, pero no solo ello, sino en muchos aspectos de mi vida, entre ellos la manera de vestir pensar y socializar entre otros, y aunque la televisión en los ochenta y noventa tenia canales que eran muy limitados, disfrutaba de ver ese cajón mágico aun en blanco y negro, en ocasiones tocaba subir al tejado a mover la antena, y nosotros los hijos éramos el control remoto. Disfrutaba mucho de esos espacios, ver series como N.N, don chinche, los tres chiflados y dibujos animados entre otros. Uno de niño no presta atención que tipo de contenido es el que nos suministraban, pero cuando crece y es más crítico, si evidencia como los medios de comunicación, puede influenciar positiva o negativamente y crear usuarios conforme a lo que ellos quieran o según necesidades de poderes.
La televisión es sin duda un reflejo de lo que nuestra sociedad es y de cómo los poderes quieren que nos veamos. La televisión tiene un gran alcance y una gran cobertura lo que se ha posicionado como uno de los medios más eficaces para transmitir información y manipular. Pero sin duda alguna, es también para las generaciones como la mía o anteriores, que se convierte en un grato recuerdo que permite recordar unión entre los seres queridos, para compartir un programa, una novela, una festividad, diversión con los hermanos, como cuando tenía 7 años y veía con mi hermano menor los sábados en la mañana el Chavo del 8 sin falta. Sin duda mueve recuerdos que te transportan a otras épocas, pero también, con el paso del tiempo y la oportunidad de ver nuevamente aquellos programas de la infancia y de la juventud, me permite entender cómo nuestras prácticas sociales han cambiado y las necesidades de nuestro mundo son diferentes, pero me asombra aún más aquellos que se niegan a ese cambio y pretender reproducir modelos, odios, prejuicios y prácticas de siglos anteriores, que lejos están de ser lo que necesitamos para vivir en paz.
De hecho la televisión es una herramienta tecnológica que cambio la sociedad por completo, creando estilos de vida, nociones de pensamiento, estereotipos de persona, moldeamiento de carácter y hasta de sentires. Pero igualmente es notorio como esa denominada caja mágica llego a los hogares para entretener y unir a las familias alrededor de historias mágicas y divertidas con el tiempo se ha convertido en una máquina de control y dominación política de manera global tratando de adoctrinar y moldear a la sociedad bajo los intereses de unos pocos.
La televisión, esa caja de madera, ese aparato que centraba a la familia en torno a él para ver un programa, yo recuerdo que en mi casa, siempre hubo televisión a color, era uno solo y prácticamente papá y mamá o abuelos eran los que decidían que podíamos ver , hoy en día en cada casa hay dos o tres televisores. Muchos siguen el patrón de encender el televisor a la hora de las noticias, otros no usan los canales convencionales ya que las plataformas digitales de video, donde se pueden tener las películas y series a la mano y es uno mismo quien pude controlar los tiempos para ver y no esperar hasta el día siguiente o hasta la próxima semana para tener el capitulo, mucho mejor porque son las personas las que manejan el tiempo. Estos días se ha polemizado la cancelación de algunos programas infantiles como » Pepe le Pew» un gatito que insistía en conquistar a una gatita con tácticas de seducción. Que en verdad eran muy sexistas, violentas y en donde se demuestra un total acoso. cuando yo veía ese programa nunca me causaba risa, ni me enamoraba el gatito, en verdad me parecía fastidioso y odioso. Lo cierto es que mucha gente esta escandalizada por la cancelación de estos programas y dicen que las nuevas generaciones no aguantan nada, son de cristal, que no son coherentes con las canciones y los programas que hoy se ven, que son más violentos que los de esa época y etc. Pero lo que no hemos entendido es que en esa época y por esas generaciones, romantizábamos la violencia, el acoso, el maltrato de Jerry a Tom y viceversa, el correcaminos al coyote, la discriminación, el racismo, y todo eso lo normalizamos porque no lo mostraba la televisión. y hoy en día nos cuesta aceptar que eso que veíamos fuera malo.
La televisión….jajajajaja. Como familia humilde e hijo de orgullosamente padres campesinos o de campo como coloquialmente los denominados, creo que cariñosamente dependiendo el tono en que se diga, claro está. Tuvimos un televisor de color azul recuerdo y de cambio de frecuencia mecánico, como dato para calcular mi edad de marca HITACHI. Curiosamente mi padre lo convierte en caja de madera porque le pone un cajón para guardar bajo candado y así restringir tal aparatejo y su contenido de programas intencionados unos para mal y otros para bien. No había mucho que escoger como hoy pero cada programa era una eternidad como lo era la espera del día domingo donde para uno “daban” los mejores programas. La televisión hoy en día sigue siendo un medio fuerte e influenciador de masas a la par de las nuevas generaciones que adolecen de criterio en la lectura multimedial. Hoy poco veo televisión e insisto con mis hijas a ver programas educativos o de origen naturalista.
La televisión evoca en mi mente recuerdos de familia, de unión, pero principalmente los primeros pinitos hacia la línea técnica, acomodando la antena para recibir señal, luego reemplazando la clavija macho porque de tanto moverle las paticas para que hiciera contacto en la toma corriente se partieron, luego el mantenimiento preventivo interno, destapando y limpiando el polvo acumulado en los tubos de vacío, después pendiente, aprendiendo que hacia el técnico especialista cuando arreglaba el fallo del televisor, hasta que al final, después de 10 años no hubo nada más que hacer porque su tecnología era obsoleta.
Yo, estudiante de la jornada Mañana de un colegio Oficial ubicado sobre la Carrera 68 cerca de la Avenida Américas, luego de terminada mi jornada académica, llena de amigos, juegos, bromas, un poco de estudio y plagada de vagancia, me dirigía a coger la buseta de letrero 367 que iba a Bosa, pero mi destino era frente al Hospital de Kennedy. de ahí 10 minutos caminando hasta mi apartamento, a donde al llegar mi primer acto siempre era saludar a mi mascota, Katty, French poodle de raza mediana y poco juguetona, paso seguido siempre, volviéndose costumbre adquirida era prender el televisor, para así junto a Katty no sentirme solitario de tarde en tarde. No interesaba el programa que dieran, lo importante era sentir una voz ajena a la mía que me hiciera sentir en compañía mientras hacia las labores caseras, y me mostrara que no solo éramos Katty y yo. Así pasaban un par de horas, el televisor y yo barríamos, lavábamos loza, yo enjuagaba y él se ponía a todo volumen, hacíamos tareas (muchos errores en las tareas eran porque él también me distraía), y hasta descansábamos, hasta que llegaba alguien, (podía ser mis hermanos o mi madre), y mi compañía se volvía potestad de alguien más, ese alguien elegia la programación y yo me acomodaba a lo que ellos hacían. esa caja gris que se encendía a la tarde casi terminaba su participación a las 11 de la noche cuando ya las luces se apagaban, Morfeo entraba y todos descansaban su cuerpo para enfrentar al otro día una jornada parecida. Así la televisión fue ese compañero constante, que me brindaba risas, distracciones, sorpresas, me generaba preguntas y me mostraba un mundo ajeno que estaba en mi casa cada tarde, sin falta, desde las 2pm y del que muchas veces se esperaba a mi lado hasta yo me dormía, para así también, irse a descansar.
Cuando era un niño, solía ver este programa en Señal Colombia que se llamaba El autobús mágico. Cada episodio estaba lleno de cosas sensacionales y muy interesantes. Se viene a mi mente un capitulo en especifico en donde con una máquina, hicieron el autobús muy pequeño y este viajaba por dentro del cuerpo humano. Cuando yo veía esto, me preguntaba, ¿alguna vez podremos hacer esto? Era un niño, y mi imaginación era muy grande. Siempre pensaba en la posibilidad de estar por dentro del cuerpo humano y poder detallar cada cosa que allí se encuentra.
Programas que recuerdo los sábados, los pitufos e imagínate, series manimal, el auto fantástico, los magníficos, mac giver, viajeros del tiempo, en la franja después de las 2 pm daban cosmos de Carl Sagan, hombre al cual admiro y que explicaba de una manera que cautivaba para querer conocer y aprender sobre ciencia, las estrellas y otros mundos.
Este objeto me recuerda mucho mi infancia, pues no existía la señal por cable, todos teníamos 3 máximo 4 canales de televisión, nuestros padres eran los encargados de ajustar la señal para que la imagen tuviera calidad, por lo que muchos de ellos se subían a los tejados de las casas, mientras los hijos y esposas, mediante gritos indicaremos si debía dejarla quieta o seguir moviendo hasta obtener una señal idea, eso significaba buena imagen y buen sonido.
Cuando pienso en televisión solo pienso en disputas por quién tenía el control…
Como muchos, me criaron junto a la televisión. Pero desde pequeño recuerdo que cuando mi hermano y yo estábamos mirando televisión, peleábamos mucho para ver quién tenía el control. A él le gustaba Dragon Ball y a mí, que era mucho más pequeño, Winnie the Pooh. Pero entonces, en la mayoría de casos, él cambiaba el canal y me obligaba a ver Dragon Ball, que poco a poco fue gustándome más. Pero no ha cambiado mucho la situación. Ahora con los servicios de Streaming, Netflix o Hbo o Disney, cada vez que estamos en familia es un problema. Nadie sabe qué ver, o a nadie le gusta nada. Una tarde en familia se convierte en una discusión por quién tiene el control, nuevamente… Me siento como en un eterno retorno, donde el centro es la televisión…
La verdad si tengo buenas memorias con la televisión: programas como Kick Buttowski o Drake y Josh fueron un constante flujo de dicha cada que pasaban. Ahora en los memes se recuerdan. Sin embargo, es cierto que había un componente bastante perverso en algunos programas. Hay que decir que ahora se deben atesorar esos momentos buenos y cuestionar las ideologías que se querían meter en nuestra cabeza, reflexionar si lo que nos enseñaban valía la pena o no es algo que depende de un ejercicio personal y de aprendizaje del propio camino de vida.
Beberly Hills 90210
Todavía tengo la costumbre, cuando me interesa alguna serie televisiva, de esperar semana a semana, a la emisión de un nuevo capítulo, esperando que mi memoria a mediano plazo retome el hilo de la serie y admirar u odiar algunas de las situaciones que se plantean en estas tramas. Aún hoy, en medio de las opciones que brinda, por ejemplo, Netflix (paraíso del placer televisivo inmediato), prefiero esperar semana a semana, incluso si a veces me pierdo de alguna situación de los personajes o de alguna breve omisión de mi atención. El último ejemplo de esta rutina ha sido True Detective, segunda temporada. Recién la semana pasada vi de nuevo el último capítulo y recordé esa triste trama en la que sobreviven Bezzerides y la novia de Frank Semyon, luego de haber perdido a sus compañeros de trabajo, amantes, trabajo y vida. Tengo aún la costumbre de esperar a que Maxprime me brinde una dosis semanal de pesimismo, tramas detectivescas, emociones cruzadas y otro tipo de experiencias. ¿Por qué evitarme ese tiempo de espera, si tengo cuenta de Netflix? La razón: Beberly Hills 90210. Corría el año 1993 o 1994. Esperaba a que fuera sábado, a las 2:00 para que el canal A mostrara las historias de la hermosa Brenda Walsh, interpretada por mi amor platónico de ese entonces, Shannen Doherty; las excentricidades de Donna Martin, que interpretaba la actriz Tori Spelling o las rebeldes experiencias de Dylan McKay, una suerte de James Dean de la década de los noventa e interpretado por Luke Perry. Todos esos jóvenes, luchando contra el mundo adulto, me llenaron de sus hábitos y formas de vestir. Recuerdo que me copiaba inútilmente de sus camisas, sus jeans e incluso sus cortes de cabello. Y las conversaciones en medio de la semana sobre la trama, alcanzaba discusiones complejas, con puntos de vista a favor y en contra de un personaje u otro. Creo que ese sentido de la espera, como un ritual para estar frente al TV cada semana, hacía que la emoción de ver cada capítulo era un logro en sí mismo. Creo que esa sensación del rito de ver TV todavía tiene consecuencias hoy en día y me queda algo de nostalgia. Pienso que la TV me llama y yo asisto a su encuentro como a una cita que he esperado con ansias. El encuentro que provoca ansiedad, que me hace pensar como un amante dependiente de la pantalla que me muestra su dosis de entretenimiento y historias contadas. TV que me engancha con sus caprichos, como una amante celosa, consciente de su poder de seducción y atracción.
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La palabra televisión me trae recuerdos de los artefactos que tuvimos en casa y los programas que compartíamos con mi padre, pues él era dado a ver dibujos animados con mi hermano y yo, uno de ellos era Popeye el marino. Este programa lo vimos en televisor a blanco y negro pero también a color, artefacto que en nuestra casa estuvo empeñado en varias ocasiones, pero nuestros padres siempre lograron recuperarlos y acompañarnos en los programas de TV que eran de nuestro gusto, como también lo fue los dumis, en este también teníamos la compañía de nuestro padre, quien por su trabajo no siempre podía estar con nosotros, pero en su descanso correspondía con enseñanza y compañía.
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como esas series hacían reír a mis padres, es un recuerdo que atesoro en mi memoria también como la tv se convirtió en un punto de tiempo y espacio para reunir a las familias y compartir risas
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“La caja mágica del status quo”
Al inicio no me encontraba con los títulos de los programas que describía, hasta cuando llegó a las series animadas infantiles como Dick Tracy, El Pato Donald, Tom y Jerry o Mickey Mouse, me encantó la crítica de la “manipulación” que hoy sigue siendo el foco de la comunicación mediática para encontrarnos en este trastorno de izquierda y derecha sin un sentido social, de comunidad, de justicia, de mínimos, de pobreza, de necesidad de emancipación.
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La televisión para muchos no sólo fue la caja mágica para acceder a la fantasía, la realidad maquillada, la información fragmentada o la herramienta de occidentalización por excelencia, también sirvió como herramienta de acondicionamiento de conciencia grupal. En sus inicios, cuando era un referente novedoso adquirió rápidamente esa facultad de sabio o de oráculo que agrupaba la verdad, se volvió un referente cultural de generaciones el pensar que todo lo que salía de allí estaba validado por la verdad y la lógica; hasta la misma fantasía dejó de cuestionarse como absurda o ridícula porque venía de esa «fuente de sabiduría. En contraposición y agradablemente también sirvió como instrumento de réplica de la cultura y la educación básica. Recuerdo bien en mis primeros años de infancia, aquellos días en que por alguna razón no asistía al colegio: me dejaban prender la televisión a eso de las diez de la mañana, y me divertía viendo programas educativos. Recuerdo a mi nana haciendo una pausa en su jornada de trabajo, después del trajín del almuerzo, para sintonizar los programas educativos por televisión. Cómo se sentaba con el cuaderno y el lápiz a aprender y a repasar matemáticas y lenguaje, y cuando yo le preguntaba a mi mamá que era lo que Maruja hacía en las tardes, me contestaba con un término que me tardé unos años en entender, «se está alfabetizando» decía.
Otro recuerdo importante de mi vida con la televisión era el particular fin de semana, cuando se convirtió en un ritual desayunar viendo muñequitos, recrear con mi papá, haciendo de caballo, las cabalgatas de Bonanza, criticar junto a mi mamá al chavo con sus personajes abusivos y ordinarios y su exaltación de la estupidez; y descubrir mi gusto y habilidad por el baile con Oro Sólido y Baila de Rumba.
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Definida como caja mágica, aquella que a finales de los 80 era un lujo tener en casa, nos mostró una realidad violenta del país y las grandes problemáticas que nos rodeaban (la desigualdad, la falta de una buena administración y sentido común). Pero no todo fue malo, en ella pudimos admirar grandes deportistas, aprender y disfrutar de nuestro país sin necesidad de viajar. Sin embargo, actualmente esta caja mágica es mal utilizada por el periodismo, pues lamentablemente no son neutrales ni asertivos al difundir la información.
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La televisión ha sido una herramienta muy valiosa desde su origen, muy pocas familias tenían la fortuna de contar con ella fuera de la ciudad, así que al crecer un poco lejos de esta realidad, poder ir a ver televisión a donde un vecino se convertía en el premio más esperado un fin de semana después de cumplir con los deberes. Es una herramienta altamente susceptible a ser manipulada por el tipo de información y comunicación que genera, sin embargo también ha permitido una evolución en cuanto a sus gustos y contenidos por parte de los tele videntes. Estoy de acuerdo con Angela en el comentario anterior, ya que a través de ella podemos apoyar a nuestros deportistas y representantes de diferentes disciplinas a nivel internacional, ´permitiendo hacernos sentir un poco más cerca de ellos. disfrutar sus triunfos y sufrir sus derrotas
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Aunque para algunos la televisión es un elemento de adoctrinamiento y segregación, (que innegablemente son) para mi y mis hermanos también fue un refugio y compañía, mientras mis padres por su trabajo estaban fuera de casa, gracias a varios programas de televisión hacia que las 12 horas que estábamos solos pasaran mas rápido, hacia que olvidáramos que éramos 3 niños solos en una casa, recuerdo en mi infancia una serie animada que presentaban en la parabólica, se llamaba candy candy, esta serie hizo parte de los inicios del anime, era una serie para niños que parecía novela, con mi hermana mayor esperábamos con ansias que fueran las 6 de la tarde para verla.
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Coincido, con que la formación emocional estuvo orientada por la televisión, pero no solo ello, sino en muchos aspectos de mi vida, entre ellos la manera de vestir pensar y socializar entre otros, y aunque la televisión en los ochenta y noventa tenia canales que eran muy limitados, disfrutaba de ver ese cajón mágico aun en blanco y negro, en ocasiones tocaba subir al tejado a mover la antena, y nosotros los hijos éramos el control remoto. Disfrutaba mucho de esos espacios, ver series como N.N, don chinche, los tres chiflados y dibujos animados entre otros. Uno de niño no presta atención que tipo de contenido es el que nos suministraban, pero cuando crece y es más crítico, si evidencia como los medios de comunicación, puede influenciar positiva o negativamente y crear usuarios conforme a lo que ellos quieran o según necesidades de poderes.
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La televisión es sin duda un reflejo de lo que nuestra sociedad es y de cómo los poderes quieren que nos veamos. La televisión tiene un gran alcance y una gran cobertura lo que se ha posicionado como uno de los medios más eficaces para transmitir información y manipular. Pero sin duda alguna, es también para las generaciones como la mía o anteriores, que se convierte en un grato recuerdo que permite recordar unión entre los seres queridos, para compartir un programa, una novela, una festividad, diversión con los hermanos, como cuando tenía 7 años y veía con mi hermano menor los sábados en la mañana el Chavo del 8 sin falta. Sin duda mueve recuerdos que te transportan a otras épocas, pero también, con el paso del tiempo y la oportunidad de ver nuevamente aquellos programas de la infancia y de la juventud, me permite entender cómo nuestras prácticas sociales han cambiado y las necesidades de nuestro mundo son diferentes, pero me asombra aún más aquellos que se niegan a ese cambio y pretender reproducir modelos, odios, prejuicios y prácticas de siglos anteriores, que lejos están de ser lo que necesitamos para vivir en paz.
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De hecho la televisión es una herramienta tecnológica que cambio la sociedad por completo, creando estilos de vida, nociones de pensamiento, estereotipos de persona, moldeamiento de carácter y hasta de sentires. Pero igualmente es notorio como esa denominada caja mágica llego a los hogares para entretener y unir a las familias alrededor de historias mágicas y divertidas con el tiempo se ha convertido en una máquina de control y dominación política de manera global tratando de adoctrinar y moldear a la sociedad bajo los intereses de unos pocos.
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La televisión, esa caja de madera, ese aparato que centraba a la familia en torno a él para ver un programa, yo recuerdo que en mi casa, siempre hubo televisión a color, era uno solo y prácticamente papá y mamá o abuelos eran los que decidían que podíamos ver , hoy en día en cada casa hay dos o tres televisores. Muchos siguen el patrón de encender el televisor a la hora de las noticias, otros no usan los canales convencionales ya que las plataformas digitales de video, donde se pueden tener las películas y series a la mano y es uno mismo quien pude controlar los tiempos para ver y no esperar hasta el día siguiente o hasta la próxima semana para tener el capitulo, mucho mejor porque son las personas las que manejan el tiempo. Estos días se ha polemizado la cancelación de algunos programas infantiles como » Pepe le Pew» un gatito que insistía en conquistar a una gatita con tácticas de seducción. Que en verdad eran muy sexistas, violentas y en donde se demuestra un total acoso. cuando yo veía ese programa nunca me causaba risa, ni me enamoraba el gatito, en verdad me parecía fastidioso y odioso. Lo cierto es que mucha gente esta escandalizada por la cancelación de estos programas y dicen que las nuevas generaciones no aguantan nada, son de cristal, que no son coherentes con las canciones y los programas que hoy se ven, que son más violentos que los de esa época y etc. Pero lo que no hemos entendido es que en esa época y por esas generaciones, romantizábamos la violencia, el acoso, el maltrato de Jerry a Tom y viceversa, el correcaminos al coyote, la discriminación, el racismo, y todo eso lo normalizamos porque no lo mostraba la televisión. y hoy en día nos cuesta aceptar que eso que veíamos fuera malo.
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La televisión….jajajajaja. Como familia humilde e hijo de orgullosamente padres campesinos o de campo como coloquialmente los denominados, creo que cariñosamente dependiendo el tono en que se diga, claro está. Tuvimos un televisor de color azul recuerdo y de cambio de frecuencia mecánico, como dato para calcular mi edad de marca HITACHI. Curiosamente mi padre lo convierte en caja de madera porque le pone un cajón para guardar bajo candado y así restringir tal aparatejo y su contenido de programas intencionados unos para mal y otros para bien. No había mucho que escoger como hoy pero cada programa era una eternidad como lo era la espera del día domingo donde para uno “daban” los mejores programas. La televisión hoy en día sigue siendo un medio fuerte e influenciador de masas a la par de las nuevas generaciones que adolecen de criterio en la lectura multimedial. Hoy poco veo televisión e insisto con mis hijas a ver programas educativos o de origen naturalista.
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La televisión evoca en mi mente recuerdos de familia, de unión, pero principalmente los primeros pinitos hacia la línea técnica, acomodando la antena para recibir señal, luego reemplazando la clavija macho porque de tanto moverle las paticas para que hiciera contacto en la toma corriente se partieron, luego el mantenimiento preventivo interno, destapando y limpiando el polvo acumulado en los tubos de vacío, después pendiente, aprendiendo que hacia el técnico especialista cuando arreglaba el fallo del televisor, hasta que al final, después de 10 años no hubo nada más que hacer porque su tecnología era obsoleta.
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Yo, estudiante de la jornada Mañana de un colegio Oficial ubicado sobre la Carrera 68 cerca de la Avenida Américas, luego de terminada mi jornada académica, llena de amigos, juegos, bromas, un poco de estudio y plagada de vagancia, me dirigía a coger la buseta de letrero 367 que iba a Bosa, pero mi destino era frente al Hospital de Kennedy. de ahí 10 minutos caminando hasta mi apartamento, a donde al llegar mi primer acto siempre era saludar a mi mascota, Katty, French poodle de raza mediana y poco juguetona, paso seguido siempre, volviéndose costumbre adquirida era prender el televisor, para así junto a Katty no sentirme solitario de tarde en tarde. No interesaba el programa que dieran, lo importante era sentir una voz ajena a la mía que me hiciera sentir en compañía mientras hacia las labores caseras, y me mostrara que no solo éramos Katty y yo. Así pasaban un par de horas, el televisor y yo barríamos, lavábamos loza, yo enjuagaba y él se ponía a todo volumen, hacíamos tareas (muchos errores en las tareas eran porque él también me distraía), y hasta descansábamos, hasta que llegaba alguien, (podía ser mis hermanos o mi madre), y mi compañía se volvía potestad de alguien más, ese alguien elegia la programación y yo me acomodaba a lo que ellos hacían. esa caja gris que se encendía a la tarde casi terminaba su participación a las 11 de la noche cuando ya las luces se apagaban, Morfeo entraba y todos descansaban su cuerpo para enfrentar al otro día una jornada parecida. Así la televisión fue ese compañero constante, que me brindaba risas, distracciones, sorpresas, me generaba preguntas y me mostraba un mundo ajeno que estaba en mi casa cada tarde, sin falta, desde las 2pm y del que muchas veces se esperaba a mi lado hasta yo me dormía, para así también, irse a descansar.
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Cuando era un niño, solía ver este programa en Señal Colombia que se llamaba El autobús mágico. Cada episodio estaba lleno de cosas sensacionales y muy interesantes. Se viene a mi mente un capitulo en especifico en donde con una máquina, hicieron el autobús muy pequeño y este viajaba por dentro del cuerpo humano. Cuando yo veía esto, me preguntaba, ¿alguna vez podremos hacer esto? Era un niño, y mi imaginación era muy grande. Siempre pensaba en la posibilidad de estar por dentro del cuerpo humano y poder detallar cada cosa que allí se encuentra.
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Programas que recuerdo los sábados, los pitufos e imagínate, series manimal, el auto fantástico, los magníficos, mac giver, viajeros del tiempo, en la franja después de las 2 pm daban cosmos de Carl Sagan, hombre al cual admiro y que explicaba de una manera que cautivaba para querer conocer y aprender sobre ciencia, las estrellas y otros mundos.
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Este objeto me recuerda mucho mi infancia, pues no existía la señal por cable, todos teníamos 3 máximo 4 canales de televisión, nuestros padres eran los encargados de ajustar la señal para que la imagen tuviera calidad, por lo que muchos de ellos se subían a los tejados de las casas, mientras los hijos y esposas, mediante gritos indicaremos si debía dejarla quieta o seguir moviendo hasta obtener una señal idea, eso significaba buena imagen y buen sonido.
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Cuando pienso en televisión solo pienso en disputas por quién tenía el control…
Como muchos, me criaron junto a la televisión. Pero desde pequeño recuerdo que cuando mi hermano y yo estábamos mirando televisión, peleábamos mucho para ver quién tenía el control. A él le gustaba Dragon Ball y a mí, que era mucho más pequeño, Winnie the Pooh. Pero entonces, en la mayoría de casos, él cambiaba el canal y me obligaba a ver Dragon Ball, que poco a poco fue gustándome más. Pero no ha cambiado mucho la situación. Ahora con los servicios de Streaming, Netflix o Hbo o Disney, cada vez que estamos en familia es un problema. Nadie sabe qué ver, o a nadie le gusta nada. Una tarde en familia se convierte en una discusión por quién tiene el control, nuevamente… Me siento como en un eterno retorno, donde el centro es la televisión…
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La verdad si tengo buenas memorias con la televisión: programas como Kick Buttowski o Drake y Josh fueron un constante flujo de dicha cada que pasaban. Ahora en los memes se recuerdan. Sin embargo, es cierto que había un componente bastante perverso en algunos programas. Hay que decir que ahora se deben atesorar esos momentos buenos y cuestionar las ideologías que se querían meter en nuestra cabeza, reflexionar si lo que nos enseñaban valía la pena o no es algo que depende de un ejercicio personal y de aprendizaje del propio camino de vida.
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